A fuego lento

A fuego lento

Author: Emilio Bobadilla

Publisher: Linkgua

Published: 2019-03-01

Total Pages: 161

ISBN-13: 8490074380

DOWNLOAD EBOOK

La obra maestra del escritor cubano Emilio Bobadilla como narrador es A fuego lento. La primera parte de la novela transcurre en Ganga, inspirada en la ciudad colombiana de Barranquilla, donde Bobadilla vivió algunos meses en 1898. El cuadro que traza A fuego lento es esperpéntico. Por entonces Barranquilla era un puerto principal de Colombia y era llamada "La Nueva York de Colombia", "La Nueva Barcelona" o "La Nueva Alejandría". Tenía varios cines, y las compañías de ópera italianas y de teatro españolas se presentaban allí. A ese lugar llega el doctor Eustaquio Baranda, un exiliado dominicano que ha estudiado medicina en París. El personaje atrae a las poderes locales, los mismos que después lo aborrecen despechados porque ha conquistado los favores de Alicia, deseada por uno de los prohombres lugareños. Baranda se va a París con Alicia. Y allí se consume su vida en el apetito social de Alicia —exaltado por sus ambiciones y la influencia provinciana de los antiguos conocidos de Ganga—. Muere a pesar de la presencia balsámica de una francesa fina, culta, delicada y distinguida a la que el doctor Baranda renuncia por no tener el valor de separarse de Alicia.


A Fuego Lento (Spanish Edition)

A Fuego Lento (Spanish Edition)

Author: Emilio Bobadilla

Publisher: Createspace Independent Publishing Platform

Published: 2017-03-27

Total Pages: 220

ISBN-13: 9781544933283

DOWNLOAD EBOOK

El agua barr�a las calles que eran de arena. Para pasar de una acera a otra se tend�an tablones, a guisa de puentes, o se tiraban piedras de trecho en trecho, por donde saltaban los transe�ntes, no sin empaparse hasta las rodillas, riendo los unos, malhumorados los otros. Los paraguas para maldito lo que serv�an, como no fuera de estorbo. A pesar del aguacero, el cielo segu�a inm�vil, gacho, uniforme y plomizo. La gente sudaba a mares, como si tuviera dentro una gran esponja que, oprimida a cada movimiento perist�ltico, chorrease al trav�s de los poros. Hasta los negros, de suyo resistentes a los grandes calores, se abanicaban con la mano, quit�ndose a menudo el sudor de la frente con el �ndice que sacud�an luego en el aire a modo de l�tigo. En las aceras se ve�an grupos abigarrados y rotos que buscaban �vidamente donde poner el pie para atravesar la calle. El r�o, color de pus, rodaba impetuoso hacia el mar, con una capa flotante de hojas y ramas secas. (Freagmento)