La urbe global se ha convertido en la imagen ecumenopolizada del mundo, no como urbes gigantescas, sino como una red que penetra la totalidad del territorio y acabando con la dicotomía rural-urbano. Tras el paradigma Geddiano de las ciudades-mundo, ahora la gran cuestión es verificar si esa red sin fronteras trascenderá el sistema nervioso de sus habitantes en una dilución consentida y hasta cataléptica que les acerque a la robótica y al final no exista demasiada diferencia entre ambos.
Cuando se ama a una persona discapacitada la distancia puede multiplicarse, pero la divergencia de este sentimiento es tan natural como la diferencia del mismo.